"El resultado no pudo ser más alentador. La sólida técnica de la que hicieron gala, su gusto interpretativo, su amplia sonoridad y la presentación de un monográfico sobre el primer barroco italiano (1580-1630) interesó, convenció y cautivó a un público que respondió con desbordado entusiasmo."
El resultado no pudo ser más alentador. La sólida técnica de la que hicieron gala, su gusto interpretativo, su amplia sonoridad y la presentación de un monográfico sobre el primer barroco italiano (1580-1630) interesó, convenció y cautivó a un público que respondió con desbordado entusiasmo. Chaconas, canzonas, batallas y arias fueron ejecutadas de forma vitalista, ágil, contrastante y precisa, donde afloraron todas las pasiones del alma, teatralizadas, exageradas y dramatizadas, acorde con la estética barroca. Fueron muchos los ejemplos: agitación, repentinos cambios de carácter, silencios, cromatismos.
Asimismo, los juegos con la agógica sirvieron para transmitir una refrescante sensación de flexibilidad y naturalidad, a la par que contribuyeron a potenciar el sentido expresivo de una música que se nos presentó desbordante de imaginación, brío y vitalidad, y se vertebró desde una muy acertada atención al bajo continuo. Buena lectura estilística, acompañada de fuerza expresiva, con muestras valiosas de musicalidad y sentido ornamental por parte de la cuerda frotada (violines y violonchelo), orientada hacia el virtuosismo instrumental.
En definitiva, la música bailó con pasión y rigor -que va de la mano del entusiasmo- alrededor de la celebración de los sentidos, donde Esther Buendía, María Jesús Castro (violines) y Urko Larrañaga (chelo) fueron los héroes del recital. Los hermanos asturianos Pablo, Daniel y Aarón Zapico siguen formando parte de esa pléyade de jóvenes que vienen pisando fuerte. La colegiata, una vez más, completó su aforo.