"... un bajo continuo soberbio, dúctil, elegante y de una exquisita riqueza tímbrica, siempre adaptado al verbo del cantante y al significado de los poemas puestos en música. Un estupendo principio para una relación que, en el fondo, supone un acicate y un espaldarazo para toda la música antigua española."
Entre los más jóvenes conjuntos españoles de música antigua,
Forma Antiqva ha adquirido en nuestro país un renombre y un prestigio notables, que ahora se consolida internacionalmente con esta primera colaboración con el sello alemán Winter & Winter. Cualquier aficionado sabe que las ediciones de Stefan Winter huyen siempre de lo trillado y de la rutina, por lo que cabe preguntarse qué ha encontrado el productor alemán en estos jóvenes agrupados en torno a los asturianos hermanos Zapico para ofrecerles la ocasión de grabar nada menos que un programa Haendel, y en año de centenario del compositor además.
Acaso la respuesta esté en un estilo interpretativo que, sin dejar de ser riguroso con las fuentes, se mueve con extraordinaria libertad en la búsqueda de una autenticidad que tiene más que ver con el espíritu de la música que con su letra impresa, lo que termina por otorgar a sus recreaciones una frescura y una vitalidad que agradecen la mayoría de los oyentes. Si en directo es frecuente que el grupo improvise a partir de determinados esquemas armónicos algunos elementos de transición entre las obras largas del programa, aquí las transiciones están ocupadas por escrupulosas transcripciones, algunas especialmente brillantes, como la de un movimiento del Concierto de órgano op. 6, nº 4 o la del Passacaille de la Suite para clave en sol menor, que suena de manera arrebatada y sugerente en los timbres de tres instrumentos de cuerda pulsada.
Aparte los hermanos Zapico (Aarón, clave; Daniel y Pablo, cuerdas pulsadas), tres colaboradores habituales del grupo participan en la grabación, el también laudista Enrike Solinís, el gambista Rami Alqhai y el contratenor Xavier Sabata, quien canta cinco cantatas italianas de Haendel con acompañamiento de continuo: Ho fuggito HWV 118, Lungi da me, pensier tiranno HWV 125b, Nel dolce tempo HWV 135b, Clori, degli occhi miei HWV 91a y Dolc’è pur d’amor l’affano HWV 109a.
La primera vez que se le escucha, la voz de Sabata suena siempre un tanto artificial, sin esa verosímil naturalidad que han conseguido otros falsetistas, acaso porque los agudos son muy brillantes y en algunos momentos pueden rozar lo estridente. Los graves son en cambio notablemente sólidos y tienen consistencia, aunque por el camino se sacrifique un poco la homogeneidad del color. Sin embargo, desde el principio el cantante ejerce un extraño poder de seducción, que proviene sin duda de su extraordinaria versatilidad expresiva, de su capacidad para decir y matizar cada frase con intención y sensibilidad, para acentuar el término justo de cada verso, para transmitir hondura dramática a los textos, lo cual se aprecia tanto en los recitativos como en las arias lentas (magníficas en este sentido las de HWV 118 y HWV 135b) o en las más exultantes (como la primera de HWV 91a o la de HWV 109a), que resuelve con apreciable soltura, sin apuros de ningún tipo en los pasajes más exigentes, bien entendido que el virtuosismo y la agilidad que requieren estas cantatas de cámara no son semejantes a los de las grandes arias operísticas del compositor.
El resultado es de una expresividad cálida y cercana, lo suficientemente flexible para atrapar el carácter en general estereotipado del trágico, y a la vez naíf, amor entre pastores que domina en estas obras. Mucho tiene que ver en ello un bajo continuo soberbio, dúctil, elegante y de una exquisita riqueza tímbrica, siempre adaptado al verbo del cantante y al significado de los poemas puestos en música.
Un estupendo principio para una relación que, en el fondo, supone un acicate y un espaldarazo para toda la música antigua española.