"Bajo el título genérico de "Cantatas italianas para soprano y bajo continuo de Domenico Scarlatti" el conjunto Forma Antiqva ofreció un programa lleno de sutilezas y pleno de elegancia. Tal vez -o sin tal vez- la conjunción de genes fraternales de Aarón, Pablo y Daniel Zapico sea la clave de tanta calidad artística."
Bajo el título genérico de "
Cantatas italianas para soprano y bajo continuo de Domenico Scarlatti" el conjunto
Forma Antiqva ofreció un programa lleno de sutilezas y pleno de elegancia. Tal vez -o sin tal vez- la conjunción de genes fraternales de Aarón, Pablo y Daniel Zapico sea la clave de tanta calidad artística.
Se inició este sutil concierto con el compositor austriaco de origen francés Gottlieb Muffat, uno de los grandes genios del clavecín de la primera mitad del siglo XVIII; su
Chacona tuvo la magia de abstraernos por senderos de sosiego, como si nuestras almas transitaran por silentes salones palaciegos. Todo un remanso de paz.
La potente voz de María Espada, de recia sonoridad, dejó implantada, en la pieza de Scarlatti
Tu mi chiedi o mio ben, lo que sería una tónica general hasta el final de la velada: calidad y mucho gusto en la expresión.
Enrike Solinis cambio el archilaúd por la guitarra barroca española para ofrecer, con limpieza en el trabajo de trastes y mimado pulso la Sonata, K 1 de don Domenico. Cerró la primera parte la cantata del mismo autor
No, non fuggiere o Nice, donde el violón de Ruth Verona fue todo un lujo de contracanto.
La elegancia del Barroco interpretado quedó expuesta, a modo de ejemplo, en la
Passacaglia del Händel, para seguir abundando en la misma calificación con la cantata
Di fille vendicarmi vorrei en la hermosura del chorro de voz de Espada. Preciosa la
Zarabanda de Händel en la tiorba de Daniel y en el clave de Aarón. La propina de Juan de Hidalgo con
Trampiavanas amor supuso un bello broche.